Sólo sé que no sé nada...

jueves, abril 20, 2006

Dulce muñeca

Siempre había estado a su lado, aquella niña dulce, a la que siempre había querido para él, y a la que nunca se había atrevido a decir ni media palabra de todo lo que sentía por ella... Siempre había buscado en todas las chicas a las que había besado, alguien que pudiera hacerle sombra para olvidarla, porque nunca había creído estar a su altura...
La miraba, se miraba, y las palabras que se le venían a la cabeza eran "Ella nunca se fijará en mí, ¿cómo va a estar una niña como ella con un pobre diablo como yo?". Él, que siempre había sido el 'gigoló' del grupo, el chico por el que todas las nenas suspiraban y ninguna conseguía cazar, el que siempre alardeaba de no conocer el amor, porque no creía en él... Si los demás supieran qué sentía en realidad...
Ahora, aún era peor: ella estaba con uno de sus amigos. Él era un chaval realmente majo, y sabía que no le iba a hacer daño, que ella le gustaba de verdad... ¿Y a quién no? Si ella era un encanto...
Ahora sí que se había convertido en alguien intocable para él.
Sin embargo, cada vez que los veía de la mano, algo le oprimía el pecho, tirando de él hacia dentro, era incapaz de verlos juntos, lo evitaba por todos los medios... Cada vez deseaba más estar en el lugar de su amigo, aunque sabía que no era posible, quería que ella lo amara, que necesitara su amor igual que él necesitaba el suyo... Y como sabía que no era posible, cada noche buscaba un poco de cariño en otras chicas que le hicieran olvidar su dolor; aunque ninguna llegaba a llenar el vacío que la melancólica muñequita le producía...
Y mientras, en algún otro lugar, la dulce muñequita moría de melancolía pensando que el pobre diablo por el que en realidad había suspirado siempre, estaría con alguna chica a la que ella no creía llegar a hacer sombra, y se consolaba pensando que, por lo menos, su amigo la amaba...

"Ámame cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite"

jueves, abril 06, 2006

Razón y Corazón

Iba conduciendo, aunque no sabía muy bien por dónde iba; estaba como en una nube, y más o menos hacía el recorrido por pura inercia...
Justo en el portal de su casa, paró el coche. A esas horas, no había nadie en la calle... Pero, ¿qué estaba haciendo? No podía subir a casa... Encendió el motor y siguió conduciendo, sin rumbo, sin sentido, deprisa... Necesitaba huir...
Cuando encontro un sitio apartado, trankilo, fuera de la civilización, desde donde poder pensar tranquilamente, paró el motor, y se quedó quieto. Tenía que calmar esa sensación de pavor que le había hecho huir de aquella forma...
Pero, ¿¡¡qué había hecho!!?... De repente, había tenido la imagen de ella despertándose... Sola... Sin ninguna nota, ni nada... Seguro que se asustaba y lo llamaba... Y cuando viera las llaves en el buzón... Se enfadaría... Qué había hecho... ¡¡¡QUÉ HABÍA HECHO!!! La había dejado allí sola, durmiendo, sin decirle nada, ni siquiera un aviso... Había salido de allí dominado por el pánico, había sentido un terror horrible, y había huido miserablemente...
Tenía su imagen clavada en la memoria, dormida, entre sus brazos, con la cabecita dulcemente apoyada en su pecho, mientras él acariciaba su pelo, su piel suave... Jamás se había sentido como con ella... Y fue justo ese pensamiento el que le hizo huir. No podía amar a una persona como ella. Él no era bueno para nadie, y menos para ella... Alguien tan dulce, que era capaz de hacer sentir lo que él empezaba a sentir, no se merecía a una persona como él...
Había huido porque se estaba enamorando, y no quería hacer daño a una persona como ella... Sí, había quedado como un cobarde, como un cabrón, pero lo había hecho sin intención alguna, y ya le había hecho daño... ¿Cuánto dolor sería capaz de causarle si lo hiciera intencionadamente? No se merecía eso... Ella... Era distinta, era... Lo mejor que le había pasado en muchísimo tiempo, y a cambio de todo lo que le había hecho sentir, de todo lo que le había dado, lo mejor era que saliera de su vida...
Arrancó el motor y empezó a conducir hacia su casa. Estaba mucho más sereno. Pero un dolor como si alguien estuviera apretando fuertemente su corazón en un puño, le oprimía el pecho... "Estoy haciendo lo correcto" Se repetía...

"Amar es muy sencillo; somos nosotros quienes lo complicamos"