Hasta el día en que empezó a sentirse triste sin motivo. Se sentía sola, encerrada, abandonada. Sentía una tristeza muy fuerte, muy profunda, y no sabía el motivo... Y también sabía que esos sentimientos no eran suyos. Era como si pudierla verle andar como un alma en pena, en la soledad de las habitaciones, sentía su tristeza, su angustia, su soledad. Eran unos sentimientos tan fuertes y tan desoladores que nada podía animarla. ¿Por qué se sentía así si esos sentimientos no eran suyos? Eran tan reales, que el corazón se le encogía, la pena le inundaba totalmente...
Sabía que ese era el modo en que se sentía él, pero no sabía el motivo. Era como si hubiese entrado en su piel, pero no en su mente. Era angustiante sentirse así sin saber porqué... Empezó a darle vueltas a las posibilidades y aún era peor... No lo sabía a ciencia cierta, y la incertidumbre aún causaba más dolor; pero en el fondo de su corazón, sabía exactamente por qué se sentía así... Aunque se decía a sí misma que sólo eran suposiciones, y no hacía caso a lo que su afilada intuición le advertía, simplemente porque esa razón le hacía daño directamente a ella.
Cuando consiguió calmar ese sentimiento de desazón tan profundo, empezó a preguntarse seriamente si realmente debía hacer caso a lo que intuía. Sabía que sí. No sabía ni cómo, ni porqué, pero lo cierto era que no fallaba nunca: su intuición le adelantaba hechos, palabras, y ahora también sentimientos, y no se había equivocado ni una sola vez. Aunque hasta ahora hubiera querido ignorarlo, no podía seguir haciéndolo. Quizás tuviera un don... O una condena, depende de como se mirase...
Aquello empezaba a asustarle...
La cuestión era que con él, su intuición era muchísimo más precisa, muchísimo más intensa... ¿Por qué? ¿Qué tenía él que no tuvieran las demás personas? Y lo que la intuición la sugirió, aún le asustó más: ¿Y si tenía algún tipo de conexión especial con él? ¿Sería que él estaba hecho para ella?
"Estrecha cuerda separa la casualidad del destino"