Sólo sé que no sé nada...

martes, noviembre 27, 2007

Soy lo que me das. Crítica al Orgullo.

Ayer tuve una conversación inesperada con un viejo amigo.
De ese tipo de conversaciones en los que uno de los 2 se atreve a sincerarse y dar su opinión sobre algo pensando que la otra persona tiene una opinión contraria a la tuya y hasta ese momento había eludido el tema con el fin de evitar un enfrentamiento. Y resulta que de opinión contraria, nada de nada.
Ese tipo de conversaciones en las que las 2 partes se ven envueltas en un sin fin de revelaciones.
Descubrí cosas que ni me podía llegar a imaginar de una persona que en su día consideré un buen amigo.
Da pena ver cómo alguien ha echado por tierra una amistad increíble por el simple orgullo.

Es curioso lo que el orgullo puede llegar a hacer.
Puede ser capaz de un gran logro, o de una gran destrucción.
Es peligroso tomar el orgullo como un rasgo imprescindible de la personalidad. En pequeñas dosis puede evitar que te hundas en la miseria, pero cuando el orgullo forma parte de ti en grandes dosis...
La percepción de ti mismo ya es distorsionada. Habitualmente va unido a un ego brutalmente grande, y todo el mundo sabe que el ser humano, por definición, es imperfecto. Con lo cual, ir caminando por la vida pensando que uno mismo jamás va a cometer ningún error es en sí mismo el mayor de los errores. Y además, el orgullo del que hablo te hace incapaz de reconocer tus propios errores, con lo cual es una rueda que en un principio es imposible de parar.
Ego y orgullo se retroalimentan formando una espiral bastante peligrosa.
Tan peligrosa que ese tipo de personas acaban quedándose solas, y aún así, son incapaces de reconocer que, si la historia se repite contínuamente, puede que el problema no lo tenga el resto del mundo con ellos, sino que el problema esté en ellos mismos.
Cuando tienes a una persona así en tu entorno, inevitablemente, trata de influir en tus decisiones, y en ese momento, o tienes la fortaleza suficiente como para seguir tu propio criterio sabiendo que tarde o temprano te enfrentarás a ella, o te dejas arrastrar por sus decisiones y te conviertes en una marioneta a su voluntad.
Y, ¿sabéis qué?
Que la indiferencia les duele infinitamente más que un ataque frontal.
Les escuece tanto como para llegar a odiarte.
Porque, si te dejas llevar por esa persona, consiguió su objetivo. Y si te enfrentas abiertamente, siempre encuentra algún tipo de explicación sobre tu comportamiento para quedar por encima de ti.
Con la indiferencia no puede hacer ninguna de las 2 cosas...
Realmente, creo que lo que tienen es miedo a pasar desapercibidos, a que no les hagan caso, a la soledad. Les gusta ser, para bien o para mal, el centro del universo, sólo buscan llamar la atención, estar en el ojo del huracán.
El problema viene cuando encuentran a alguien con el carisma suficiente para brillar con luz propia y destacar por encima de ellos sin siquiera proponérselo. Esa persona pasa a ser su enemigo por definición en una lucha imaginaria a lo macho alfa. Y no se lo piensan 2 veces al utilizar todo tipo de juego sucio si piensan que eso va a dejarles por encima (que, obviamente, su ego les lleva a pensar precisamente así).

Por una parte, siento lástima por este tipo de personas. Por otra, pienso que todos los palos que puedan llevarse en la vida, se los tienen bien ganados.
Sin embargo, esta experiancia me ha demostrado que, lo peor para alguien orgulloso es encontrarse con alguien de su mismo sexo que destaque más, y alguien del sexo opuesto que sienta indiferencia hacia ellos.

Como decía mi abuela: álma cándida... Ésta es de las veces que no me importa ser jodidamente mala, como alguien me llamó una vez. Es entonces cuando sale mi yo frío y cruel. Y tengo que decir que disfruto sabiendo que me odia, porque todo el daño que me pudo hacer en su día, ahora lo siente esta persona que en su día se llamó amigo mío.


You are are what you've got.

lunes, noviembre 26, 2007

To be or not to be (feliz), this is the question.

Es curioso, siempre he pensado que la felicidad es relativa.
Ya sabéis, que la felicidad absoluta no existe.
Siempre he pensado que ser feliz depende de uno mismo. Yo era de las que defendían que el contentarse con lo que uno tiene, ayuda a ser feliz. No hablo de conformismo, sino de valorar lo que uno tiene.
Y realmente, no es mentira. Si tú te contentas con lo que tienes, si lo valoras, pues qué decir, ¿no?
Pero supongo que no contaba con que hay cosas que te pueden hacer inmensamente feliz, casi rozando un nivel absoluto, sin darnos cuenta. Y realmente no las valoramos hasta que no desaparecen de nuestra vida. Cuando nos damos cuenta de que hay un vacío grande, que no lo puede llenar cuanlquier cosa, entonces nos damos cuenta de que lo que nos falta era algo más importante de lo que nos pensábamos. No le damos el valor que se merecen, ¿por qué? Muy sencillo, suelen ser cosas que no se ven, son intangibles, y, por suerte o por desgracia, el ser humano está muy ligado a lo material.
Cuando pierdes algo así, elvacío, la desazón que te invade son tan grandes que te das cuenta de que probablemente no vuelvas a ser tan feliz. Tener algo tan grande y quedarte sin él, te hace darte cuenta de que habías sido un ingénuo pensando que eras feliz, y que ahora que sabes que no lo eras, aún te hace más desgraciado.
A veces es mejor ser ignorante... Supongo. ¿O realmente merece la pena haber sido totalmente, o casi totalmente feliz?
No tengo ni idea.
Lo que sí sé es que no hay vuelta atrás en el tiempo. Y el que entienda lo que estoy diciendo por experiencia propia, sabe del tipo de felicidad que hablo, que pocos pueden decir que lo hayan tenido (quizás mirándolo así, esas personas son afortunadas), pero tambien saben del tipo de dolor que hablo.
Lo que más me preocupa es que sean trenes que sólo pasen una vez en la vida...

domingo, noviembre 25, 2007

El síndrome del lunes

Hay días que estamos más animados que otros, ¿qué os voy a contar?
Pero los domingos son especialmente lánguidos. Con la perspectiva de acabar el día con el pensamiento de despertarse al día siguiente teniendo que ir a trabajar, con una rutina, con algo que realmente no te gusta hacer o pasar el día al lado de alguien a quien no te gusta ver, deprime a cualquiera.
Yo lo llamo "El síndrome del Lunes".
No es que odie especialmente los lunes, pero a veces te pasan cosas y no les prestas atención. Sólo cuando tienes un poco de tiempo para ti, para estar a solas contigo mismo, y te paras a pensar detenidamente, te das cuenta de pequeños detalles que antes habían pasado desapercibidos.

Ayer, viendo una película a solas, el protagonista se quedaba mirando a la chica como si fuera lo más bonito e increíble que hubiera visto en su vida. "Yo quiero que alguien me mire así", fue lo primero que pensé. Y me di cuenta de que ya me habían mirado así. Aquella vez que salió del andén y me buscó con la mirada, él me miró así al encontrarme entre la gente. Y pensé en lo triste que es saber que lo más probable es que nunca más me vuelva a mirar así, y más aún, que no quiero que nadie más me mire así. Sólo él.
Automáticamente, me vino a la cabeza las veces que, a lo largo de la semana, he repetido los pasos que di con él cuando estuvo junto a mí. Cómo paso todos los días por delante del seto, sin darle importancia, cómo algo se me encoge dentro de mí inconscientemente cuando paso delante de ese restaurante que fue nuestra despedida, la maldita estación que no puedo soportar verla ahora, siendo que antes me encantaba, la cafetería y la dichosa máquina de tabaco, el bar en el que se paraba el tiempo, la pecera donde nos perdimos entre la gente hasta desaparecer, todo.
No es que le eche de menos, que sí, le echo de menos, muchísimo, pero es algo más.
Es la sensación de que te falta algo importante.
Durante toda esta semana, él ha sido mi vía de escape al horror que estaba pasando, y yo la suya. Ninguno de los 2 estábamos pasando un buen momento, y saber que llegada la Hora H íbamos a estar juntos, borraba el calvario que pudiéramos estar pasando. A mí por lo menos, me ayudaba a seguir hasta la siguiente Hora H, de algún modo, me daba fuerza, sin hacer nada, tan solo con su presencia.
Pero ahora...
Miro las pocas cosas suyas que tengo, y pienso en cómo será todo sin él a partir de ahora.
Realmente no tengo ni idea de cómo van a ser las cosas a partir de ya, ni siquiera sé cuánto tiempo me queda, ni qué decisión ha tomado, si es que ha tomado alguna...
Realmente, no sé nada.
A veces me habla como si no fuera a haber final, y realmente no sé si esque no lo va a haber, o es su forma de no tener que enfrentarse a la realidad y admitir que pronto, quizás demasiado pronto, tenga que llamarme para decirme un "adiós", palabra que odia.
Y mientras tanto, yo sigo con la incertidumbre, esperando el adiós, o quizás todo lo contrario. Tampoco puedo hacer nada más. Aunque reconozco que he estado muy tentada de pedirle que se quede. Pero no puedo hacerle eso...

Así que este domingo no es demasiado alentador para mí. Y eso unido a que no me gusta en absoluto lo que me espera mañana, me hace plantearme serias dudas sobre lo que estoy haciendo con mi vida y lo que me espera en un futuro inmediato...

Malditos domingos.

jueves, noviembre 15, 2007

El bien y el mal

Sí, ya he vuelto.
Necesitaba un poco de aislamiento.
En este tiempo he descubierto muchas cosas...
Por ejemplo, que una cosa es lo que debes hacer, y otra muy distinta lo que quieres hacer.
Así dicho, parece muy claro, pero... ¿Qué ocurre cuando tienes que elegir entre tu felicidad y tus obligaciones?
Si se trata de una decisión crucial en tu vida, una de esas que marcan la diferencia, de esas que hacen que tu vida en un futuro pueda ser de una forma u otra, no está tan claro. Por ejemplo: ¿qué pasaría si tuvieras que elegir entre un futuro profesional brillante, pero solo, o una vida como la de los demás, pero con una persona que te hace feliz?
Ya no es tan fácil, ¿eh?
Ahí es cuando uno se plantea lo de "¿Qué es lo que debo hacer?", "¿Que está bien y está mal?", y realmente, no lo sabemos. ¿Debes perseguir tu felicidad personal o laboral?



Quizás sea cuestión de prioridades, no lo sé, pero estoy segura de que a la mayoría de gente le costaría una barbaridad decidir. No es fácil rechazar la oportunidad de tu vida en cuanto a éxito se refiere, y ya no es cuestión de egoísmo, sino de sentirse realizado como persona; un filósofo mantenía la teoría de que el hombre estaba hecho para trabajar, de que ese era nuestro fin en este mundo. Quizás no tanto, pero sí que es cierto que el trabajo te da cierta satisfacción, y si logras lo que persigues... La elección de la que hablaba ya no es tan sencilla. La elección correcta ya no está tan clara. No hay una elección correcta, de hecho, yo creo, no hay una mala y una buena, sencillamente hay una elección. Debes escoger un camino que hará que tu vida se desarrolle hacia un extremo o hacia el otro.
Y no hablo de la satisfacción de ser feliz con la persona que tú crees que es "la definitiva", porque creo que eso lo tenemos claro todos...



Yo tengo muy clara mi elección, no sé vosotros.