El hecho de estar implicado en los asuntos, hace aún más difícil entender por qué las personas actúan como lo hacen.
Por eso es tan difícil dar consejos, por que en el mismo momento que estás dando un consejo, te estás implicando en el asunto, aparte de que ser objetivo, es siempre difícil. Por eso, los buenos consejos vienen siempre de gente que no quiere dártelos.
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Cuando mejor estás, es cuando todo da un giro tremendo y las cosas dejan de pintar tan bonitas y de color de rosa.
La omisión de un dato importante por parte de la persona que quieres, es algo que, aunque sea en parte, te desilusiona, ya no es todo rosita, empieza a ser un poco grisáceo... Pero si esa información llega a ti por parte de una tercera persona implicada, la cosa es más grave. Pierdes la confianza en la persona a la que quieres, si no es toda, parcialmente, pero las lágrimas y las dudas son inevitables.
Te preguntas por qué, aunque no te haya mentido, no te ha dado esa información que deberías tener. Entonces empiezan las conjeturas, y más dudas aún.
Lo primero que te viene a la cabeza es, que si no te ha dado esa información, ¿qué otras cosas te habrá ocultado? ¿Te habrá mentido? ¿Serán sus sentimientos de verdad sinceros, y hasta dónde? ¿Sus palabras son sinceras?
Todo da vueltas en tu cabeza hasta que dudas de todo, nada encaja, no encuentras la explicación a ese maldito por qué que ha asaltado tu mente dando pie al caos que se ha formado en tu cabeza, destrozando ese mundo de color rosa que has ido formando para ti.
Buscas consejo, algo o alguien que ponga un poco de orden en tu mente, que te ayude a ver con un poco de claridad.
Normalmente recurres a esa persona a la que no le importa decir las cosas claras, tal como las piensa, aunque a veces sea incluso cruel, pero, ¿qué ocurre cuando está implicado en la historia? Que la subjetividad no te ayuda, sobretodo si esa persona y la persona que quieres no se llevan bien. Pero sus argumentos, aunque muy crueles y bastante dolorosos para ti, están tan bien estructurados, que no tienes manera de rebatirlo, y aunque no quieres creer algo tan despiadado según tu punto de vista, el hecho de encontrarte perdido y darte unos argumentos tan sólidos, te hacen creer, aunque no sea todo, ese argumento. Y las lágrimas son más amargas, y el dolor más intenso, y esa idea se te mete en la cabeza, golpeándote y haciéndose un hueco en tu mente para seguir angustiándote, para hacerte más daño del que ya te ha hecho.
Todo ese dolor debería llevarte a odiar a una de las dos personas, pero la esperanza de que ese argumento no sea real, te hace no odiar a la persona que quieres, y el hecho de saber que la persona que te dio ese consejo, aunque fuera cruel, lo hizo para que no te hicieran daño a ti, hace imposible odiarle.
Y sigues buscando, con la esperanza de que ese argumento despiadado y rebuscado, pero con unos cimientos tan sólidos que es casi imposible derribarlo, no sea cierto.
Y nadie se moja.
Recurres a esa persona que nunca juzga, que nunca quiere meterse en asuntos de dos, porque sabe que eso le trae problemas. Y cuando consigues que te cuente lo que piense, te hace ver la luz.
No te lo dice para regalarte los oídos.Ni te dice lo que quieres oir.
Te dice cuál es el camino más corto, el argumento más sencillo, quizás el más débil, pero el más factible:
"No te lo ha dicho porque te quiere, y decírtelo ahora haría que algo que está naciendo se fuera al traste por algo que ocurrió en el pasado y que ya no tiene importancia. Quizás debería habértelo dicho, pero el miedo no hace caso a la razón, y el miedo a perder a alguien a quien quieres es el peor de todos. Es un miedo a quedarte solo, sin nada, después de saber qué es tenerlo todo. Es terror. Y decir algo así, no es fácil."
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