Sólo sé que no sé nada...

domingo, noviembre 25, 2007

El síndrome del lunes

Hay días que estamos más animados que otros, ¿qué os voy a contar?
Pero los domingos son especialmente lánguidos. Con la perspectiva de acabar el día con el pensamiento de despertarse al día siguiente teniendo que ir a trabajar, con una rutina, con algo que realmente no te gusta hacer o pasar el día al lado de alguien a quien no te gusta ver, deprime a cualquiera.
Yo lo llamo "El síndrome del Lunes".
No es que odie especialmente los lunes, pero a veces te pasan cosas y no les prestas atención. Sólo cuando tienes un poco de tiempo para ti, para estar a solas contigo mismo, y te paras a pensar detenidamente, te das cuenta de pequeños detalles que antes habían pasado desapercibidos.

Ayer, viendo una película a solas, el protagonista se quedaba mirando a la chica como si fuera lo más bonito e increíble que hubiera visto en su vida. "Yo quiero que alguien me mire así", fue lo primero que pensé. Y me di cuenta de que ya me habían mirado así. Aquella vez que salió del andén y me buscó con la mirada, él me miró así al encontrarme entre la gente. Y pensé en lo triste que es saber que lo más probable es que nunca más me vuelva a mirar así, y más aún, que no quiero que nadie más me mire así. Sólo él.
Automáticamente, me vino a la cabeza las veces que, a lo largo de la semana, he repetido los pasos que di con él cuando estuvo junto a mí. Cómo paso todos los días por delante del seto, sin darle importancia, cómo algo se me encoge dentro de mí inconscientemente cuando paso delante de ese restaurante que fue nuestra despedida, la maldita estación que no puedo soportar verla ahora, siendo que antes me encantaba, la cafetería y la dichosa máquina de tabaco, el bar en el que se paraba el tiempo, la pecera donde nos perdimos entre la gente hasta desaparecer, todo.
No es que le eche de menos, que sí, le echo de menos, muchísimo, pero es algo más.
Es la sensación de que te falta algo importante.
Durante toda esta semana, él ha sido mi vía de escape al horror que estaba pasando, y yo la suya. Ninguno de los 2 estábamos pasando un buen momento, y saber que llegada la Hora H íbamos a estar juntos, borraba el calvario que pudiéramos estar pasando. A mí por lo menos, me ayudaba a seguir hasta la siguiente Hora H, de algún modo, me daba fuerza, sin hacer nada, tan solo con su presencia.
Pero ahora...
Miro las pocas cosas suyas que tengo, y pienso en cómo será todo sin él a partir de ahora.
Realmente no tengo ni idea de cómo van a ser las cosas a partir de ya, ni siquiera sé cuánto tiempo me queda, ni qué decisión ha tomado, si es que ha tomado alguna...
Realmente, no sé nada.
A veces me habla como si no fuera a haber final, y realmente no sé si esque no lo va a haber, o es su forma de no tener que enfrentarse a la realidad y admitir que pronto, quizás demasiado pronto, tenga que llamarme para decirme un "adiós", palabra que odia.
Y mientras tanto, yo sigo con la incertidumbre, esperando el adiós, o quizás todo lo contrario. Tampoco puedo hacer nada más. Aunque reconozco que he estado muy tentada de pedirle que se quede. Pero no puedo hacerle eso...

Así que este domingo no es demasiado alentador para mí. Y eso unido a que no me gusta en absoluto lo que me espera mañana, me hace plantearme serias dudas sobre lo que estoy haciendo con mi vida y lo que me espera en un futuro inmediato...

Malditos domingos.

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