Sábado por la noche. No les apetecía salir con los demás, y se habían quedado en casa. Ya habían salido la noche anterior y habían llegado tarde, casi con los rayos del sol de la mañana. Hoy era día para recuperar fuerzas.
Y allí estaba. Habían cenado y se habían puesto una película.
Le gustaba ver las películas a solas con él, sin interrupciones, a oscuras. Él prefería hacer palomitas, y aunque habían cenado ya, el bol de palomitas estaba en sus manos. Había cogido alguna, pero era él quien se había comido gran parte de ellas.
Ella sujetaba el bol, tumbada en el sofá, y él la abrazaba, tras ella.
Las luces de la televisión iluminaban sus caras suavemente, aunque ella no estaba demasiado centrada en la película.
Le molestaba el bol, así que lo dejó en la mesa. Al fin y al cabo, hacía rato que él no comía palomitas, y a ella ya no le apetecían. Cogió sus manos entre las suyas, y las abrazó. Dibujaba líneas sin sentido y sin fin en la cara interna de su brazo, con la mente en otra parte, pensando en lo feliz que se sentía y en cuánto tiempo duraría esa felicidad.
No se refería a cuánto durarían sus sentimientos por él. Al contrario que otras veces, no tenía ninguna duda de que con él era distinto, que sería capaz de quererlo como el primer día eternamente.
Se refería a las circunstancias, a ese paso en el que las cosas te hacen elegir entre la relación u otras cosas. Ella no quería privarle de todo lo que le esperaba en la vida, al contrario, tenía que conseguir y lograr muchas cosas, pero no sabía si podría verlos todos. De hecho, estaba convencida de que uno de esos logros, le apartaría de su lado, seguramente para siempre. Lo sabía, pero lo veía lejano, y aunque le hacía sufrir, sabía que aún tendría muchas lágrimas que derramar, llegado el momento, aunque lo que más quisiese fuera seguir a su lado a pesar de dejar cosas atrás.
Él sentía sus caricias en el brazo, estaba inmóvil, quería que le siguiera acariciando mientras la abrazaba. Le gustaría sentirla cerca siempre... Y esos pensamientos le llevában a otros más tristes: con la oportunidad de su vida ante sus narices, no sabía qué hacer. Sólo podía renunciar a esa oportunidad y seguir a su lado como hasta ahora, o pedirle a ella que le siguiera, que formara parte de su sueño, que compartiera con él esa gran oportunidad, formando un futuro distinto, dejando todo atrás.
No podía hacer eso. No podía pedirle que renunciara a todo para seguir un sueño que no era suyo, ni siquiera podía pedirle que lo hiciera por él.
Esa decisión le estaba consumiendo, todas las noches pensaba en ello cuando ella ya se había dormido, repasaba todos los puntos, y no veía escapatoria a ese dilema. No sabía qué hacer...
"Sólo hay dos cosas que nunca vuelven atrás, la palabra pronunciada y la oportunidad perdida"
3 comentarios:
No sé si leerás esto, pero has descrito casi al detalle un episodio reciente y muy importante de mi vida... Alucinante.
Supongo que esta, como todas las historias, ha de ser contada desde el principio.
A ella y a mí nos encantaba sentarnos a ver series o películas en el salón de su casa con un bol de palomitas y un par de Nesteas.
Un día fui con la serie de turno a su casa nos sentamos y nos disponíamos a ver la película. Yo era feliz, llevaba 2 años trabajando duro para conseguir una beca que me permitiera huir de Madrid y llevarla conmigo y cada vez la veía más cerca.
Ese día no hubo palomitas... Ni serie. Sólo lágrimas y la intención de darnos un mes de respiro para pensar. A la semana, las acusaciones de falta de tiempo a su lado parecieron demasiado terribles y nos dimos una segunda oportunidad.
La primavera llegó y yo obtuve la beca cuando el verano ya comenzaba a otearse en la lejanía... Pero ella no logró su traslado de expediente (por dejadez? por falta de esfuerzo? porque la vida es injusta?) y me vi con un proyecto importante para mi entre las manos y sin saber qué quería hacer ella, pero sin atreverme a pedirla que me acompañase...
Y entonces llegó la bomba. Ella me hizo elegir. Sacrificar mi sueño y mi carrera para irme a vivir con ella en Madrid o irme a Zaragoza y perderla para siempre.
Y aquí estoy,solo en una ciudad que no conozco sacándoles fotos a los cojones de un león de metal para hacer reír a aquellos amigos que dejé atrás y que me saben esperar.
No es exactamente tu relato, pero a veces, cuando soñamos con el futuro de otra persona, no todos los detalles están claros.
Siento el tocho que te he escrito... pero tú fuiste la que preguntó XD
Bueno, he de decirte que el ave te deja a una horita y pico de ella, la situación no es tan trágica...
Yo para eso tendría que cruzar medio mundo...
Y sí, él también eligió esa opción, la misma que tú, solo que yo jamás le hice elegir.
Sí, yo lo pedí, soy curiosa, jejeje
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