Sólo sé que no sé nada...

jueves, agosto 04, 2005

Un pedacito de mí (os dije que quizás algún día)

Me gusta sentarme en el balcón de la piscina por las noches y mirar hacia el cielo. Me pasaría horas mirando la luna... Su luz tenue y blanca me hipnotiza, no sé muy bien por qué motivo. Lo mejor es verla reflejada en el agua, que se mueve lentamente por la brisa de la noche y devuelve su imagen aún más viva, como si quisiera saltar hacia la realidad desde el espejo que la atrapa en el agua... En el mar es ya superior. La grandeza del mar por la noche es indescriptible, impone tan oscuro, con un susurro que te adormece y a la vez te recuerda que sigue ahí, en movimiento, sin dormir... Y la dulce luz de la luna llena, lo hace inmenso. La sensación es increíble...
Es algo que me gusta mirar cuando estoy melancólica, cuando te invade una tristeza sin motivo aparente, porque me templa, esa visión me llena de equilibrio... también sin motivo alguno.
¿Cuántas veces habré mirado esa luna apoyada en la ventana de mi habitación, reflejada en el agua, con los ojos húmedos tratando de encontrar algo de tranquilidad? Tantas, que es imposible contarlas... Ni yo misma lo sé a ciencia cierta.
Hace mucho que no miro esa luna que tantas veces me ha devuelto la mirada. Quizás hace demasiado que no le cuento en secreto qué es lo que me ocurre, y debería hacerlo más a menudo... Ella me escucha en silencio, me templa, me mira y aunque me ve llorar, no muestra lástima, sólo está a mi lado día tras día, como si velara por mi en silencio. Quizás no me conteste, pero siempre acabo encontrando respuesta...
Hoy me he dado cuenta de lo que había tardado en mirarla, porque esta noche he vuelto a acudir a ella con una tristeza que no me dejaba hablar, con un nudo en la garganta y las lágrimas casi en las mejillas, sin saber muy bien por qué; como si me atrajera, por inercia, la he buscado desde mi ventana, en busca de respuestas, de paz, al fin y al cabo. Quizás lo que he descubierto no me ha gustado mucho, pero quizás por eso precisamente me gusta recurrir a ella, porque guarda mis pensamientos en secreto y no se compadece de mi al verme llorar.
Y siempre está ahí...

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